agosto 16, 2012

Esta mano es mía

Salvador Dalí - Retrato de una mujer apasionada

Y resulta que esta mano es mía, y todo lo que alcanzo a tocar con ella, que no consigue escapar. Y también me pertenece este cuerpo, que deambula los días con la seria gravedad terrestre, que me arrastra los pies sobre el polvo de antiguos fósiles, por no decir la palabra muerte. Permanezco los segundos, que transcurren con pavorosa rutina, con la cabeza en alto, como sosteniendo un aviso comercial que dijera: "ejemplar de ser humano", que pesa menos y no es lo mismo que: "ser humano ejemplar". Evito hablar con extraños, porque se parecen todos, y yo a un ornitorrinco, y no los quiero asustar. Qué le vamos a hacer. Pero sonrío en los pasillos y cuando quiero, y ofrezco todo lo que soy. Creo en la sonrisa franca, en 3D, y en el ser despojado como un corazón palpitante. Creo en la inmutable inmensidad y en la ineluctable nada, ingenua aprendiz de equilibrista. Los milagros cotidianos existen, así como la respiración y los ojos asombrados del hombre que empieza a vivir. Me gustan las ensaladas frías y el café bien caliente, para que te queme una imprudencia o te alargue la conversación. Creo en el respeto como origen del mundo, en la cortesía como el santo grial, y en el sol como amo y señor de todos los días. Me aburro fácilmente de las convenciones y del pie de la letra, que se aprende de memoria y se sigue a la perfección. Propongo el cobijo de los árboles como refugio imprescindible  para cuerpos hambrientos y almas menguantes. Creo en la libre desnudez de la noche, escenario para amar lo imposible y armar una auténtica realidad. Cambiaría la palidez de mi piel por la textura de una voz y el color de mi cabello por un simulacro de incendio. Abogo por la vida como una sucesión de eventos inesperados y decisiones desajustadas. Apelo al insano juicio como medio de subsistencia y hasta de redención. Un error, mirándolo desde arriba, es una puerta, lo veo clarito, en mi imaginación. Creo que los malos existen, pero los buenos son más. Admiro, extasiada, el encanto de la limpia sencillez, como en el rocío, la manzanilla y el diente de león. Creo en el mutismo de las rocas como forma de contemplación. Puedo nombrar las cosas de nuevo, si no me gusta el nombre que le dio Dios, que fue un antecesor mío -eliminemos la ex-comunión-. Este azul es tan bonito que lo voy a llamar Simón. Azul Simón. Azul que liberta. Azul Libertador. ¿La brisa? La brisa es Paz cuando está quieta. Al mar lo llamo Plenitud. El cielo es "mi Amor". Y a ese cerro, extendido a sus anchas, con esos chivitos que rumian tranquilidad, le digo Pan. Mi brazo derecho es mi espada, a veces le digo Mamá. Y a esta muela obstinante le digo: -Dolores, déjame en paz-. Mis piernas son cortas, para caminar y danzar, pero yo las trato de ayudar: -Vámonos, gacelas, es tarde ya-. Creo en un montón de cosas más, que no he descubierto todavía.Y ésta es mi realidad. Mucho gusto, fue un placer.Y resulta que esta mano es mía, y todo lo que alcanzo a tocar con ella, que no consigue escapar.

3 comentarios:

alkerme dijo...

Todo un maravilloso decálogo de principios.

Un abrazo.

S.A.D.E.FILIAL VILLA MARIA dijo...

¡Excelente! y muy buen blog. Saludos coprdiales de la Sociedad Argentina de Escritores Filial Villa María- Córdoba.

Veronika dijo...

Hola Alkerme... Siempre agradecida por tus comentarios. Otro abrazo.

Hola gente bonita de Argentina. Un placer tenerlos por aquí. Regresen cuando gusten. Muchas gracias por venir. Abrazos.

Vero

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