marzo 13, 2009

No se nadar

Monje a orillas del mar 1809 - Caspar David Friedrich
Yo se lo que viene y no me gusta. No sé nadar. El mar siempre me ha infundido un respeto cercano al miedo; una confusión extrema de virtud, emoción y sentimiento. El agua es demasiado libre, inmensamente profunda. Los misterios en esas aguas, más densos, más desmedidos; los enigmas se reproducen como algas. Y esa calma. Una tranquilidad intrigante de siglos de formación, un silencio de burbujas y estelas de colas. El pez grande, el pequeño, la cadena alimenticia, las ballenas queriendo enseñar prehistoria, las tortugas descubriendo secretos anti-envejecimiento. El “surf” debe ser buena terapia para las pesadillas de olas inmensas.

Se a lo que me enfrento. De noche, de madrugada, totalmente expuesta, se aprovechan de mí. Si giro de mi posición habitual y quedo de espaldas, siento un murmullo lejano de sonidos que no distingo; una jauría, parece, pero no se de qué. Jauría de lanzas, cuchillos, ahogos, murciélagos, cuervos, tinieblas, llantos, dolores. También escucho mi voz de medio lado, en penumbras, temblorosa, recitando mantras en espiral desde mis laberintos internos, tratando de imprimir fuerza y sentimiento a un cansancio invasor y ambicioso.

Conozco las causas del hundimiento, lo que no representa ventaja alguna, no infla un ápice el ego que seria mi salvavidas. Un ego salvador! El colmo de la vanagloria. Ese inútil conocimiento sólo me permite flotar con el cuerpo extendido hacia abajo, ladeando de rato en rato la cabeza para soltar un suspiro de ballena. Nubes espesas taponean de envidia un cielo envuelto en señales para eruditos. El faro fue reventado por las voces de las sirenas queriendo llevarse definitivamente a los hombres de mar; y desde que no nos vemos, ningún hombre me mira igual.

Las horas de fatiga vuelven temerarios los instintos, quitan importancia a las medusas, imaginan epitafios heroicos, distribuyen vagas experiencias en herencias no notariadas. Flotar “boca abajo” deja libre el albedrío, “boca arriba” al destino. Yo no se nadar.

8 comentarios:

Alejandra dijo...

Yo tambien le tengo un profundo respeto cercano al miedo al mar, es demasiado desconocido aún para no hacerlo.
Saluditos

Unknown dijo...

Por más que no sepas nadar, es delicioso nadar entre tus letras. Besos y cariños,
V.

Javier Galarza dijo...

pienso vero, si el destino fuera una escritura?
entre naufragios e inmensidades, seguimos fluyendo.

abrazo

alkerme dijo...

Me ha gustado mucho Vero, nadar es como capear temporales...

Recuerdo a un hombre que vivía cerca del mar y tenía una hija algo miedosa, que no sabía nadar. Cuando consideró que ya era hora la llevó de la mano, la introdujo en diez o doce palmos de mar y delante de sus narices la soltó, así... a base de tragar agua en las rodillas de papá, fue como aprendió a nadar...

Besos

Carlos dijo...

...y quien dijo que era inevitable entrar al mar para contemplar su belleza?

Anónimo dijo...

Yo tampoco se nadar, y sin embargo no deja de atraerme el mar, por las razones que mencionas y por muchas otras más. Saludos.

EL SUEÑO DE GENJI dijo...

El mar es el reflejo de todas nuestras pasiones y miedos.

Bello, sereno, aventurero, cercano distante, salvaje, traicionero, criminal, carroñero...

¡Qué adjetivo no se le puede aplicar al mar!...

¿Qué vientos y mareas zarandean tus sentimientos y tus sueños?

Recuerda Veronika que tras la tormenta siempre llega el amanecer en calma.

Besos

Verónica E. Díaz M. dijo...

Hola Muchachones!!!

Por aqui ando, medio salada, medio salvada... intentando no sucumbir al mar...

Gracias a todos por pasar

Besitos

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