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Imagen tomada de la Web |
Un ritmo de nostalgia entra por mis pies y estremece recuerdos dormidos. El olvido es un recuerdo que cada vez se instala en una nueva dirección. Sabe tanto a fracaso una utopía. Reconozco cada detalle de mi memoria y le hablo por su nombre a cada lágrima. Acude, para rematar, desde la calle, que ya anda buscando la noche, el sonido del amolador; ese ser anónimo de cada ciudad, una leyenda que se viste con muchas banderas pero habla con un mismo acento. Mis ojos dicen tristezas. Y pues, tengo filosa la memoria, y rasga un poquito el pecho y la voz. Traqueotomía espontánea. Soy yo, buscando mi salvación. Lo que fui sostiene lo que soy, por eso extraño tanto la tierra que me parió. Suena el amolador a niña, casa, refugio, pueblo, tradición y superstición. Suena el amolador a casa, todas las veces que no estoy.
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