Oscilación Vertical

El sueño - Salvador Dalí

Amanece el día. Una pesadilla me incorpora de un salto sólo para hacerme hundir en un pantano podrido de ideas moribundas; se adhieren a mi talón, que es de Aquiles también, como un pegoste de lombrices anónimas, resbalosas, sin pies ni cabezas. Ideas desahuciadas por la desesperanza, sanguijuelas daltónicas que chupan la carne-sangre sana que aún queda. Aspecto de cadáver; gris, opaco, sin vida; marioneta anémica que exhala gemidos de gato recién nacido separado de la vital teta y del intenso relamer de su madre -a secas, que no sabemos el adjetivo ni entramos en juicios de valor-.

Se abre el telón y aparece la misma marioneta durmiendo el sueño de los cansados, la oscuridad total donde se engendran las pesadillas envueltas en una mala digestión, donde se entretiene el miedo con el vacío impune, donde desembarca el ostracismo de los mártires, donde se enmarañan las máscaras que disfrazan los enigmas.

Boulevard macabro que me atraviesa y oscila; arriba-abajo, abajo-arriba, abajo-abajo-más-abajo; vertical ilimitada, súbita; pasadizo obligado, pasillo de un Titanic que existe en la memoria eterna de un naufragio imposible; movimiento exagerado, ciénaga movediza, extracción dolorosa del tuétano de mis huesos.

Me sumerjo en el boulevard absoluto; laberintitis, descalabro purgante; misión errante, errada; desterrada en busca de mí.