Algunas Respuestas

Jeff Greenberg

"Verónica del Mar,

¿Usted es la Reina de Isla Mujeres?

¿Somos de los que se dejaron la vida en el Mar?

¿De qué color es el corazón de las aguas?

¿Son sus manos (de Usted) capaces de tejer tantos sueños?

¿Su voz es un verso que forma rompeolas?"

Mi Capitán:

No sé qué decir ni por donde empezar, pero haré mi mejor intento, se lo aseguro...Tomando en cuenta que esta isla es mía y soy yo, todo al mismo tiempo... y que a veces se desdibujan mis fronteras y me vierto, llanto congénito, ataviada de una andrajosa esperanza, residuo primitivo de sobrevivencia, en la inmensidad que me rodea... y en el afán de irme... vengo... vuelvo, regreso a mí desde mi; las olas, ayas pacientes que hacen su trabajo, me acercan a la orilla con leves nalgadas y un regaño no creíble... no puedo abandonarme, dejarme atrás, huir de mi misma. Si, este es mi Reino, Yo Soy mi Reino y mi linaje proviene de la Tierra misma que me parió, crió y albergará mi sueño profundo cuando por fin encuentre el resto de mi en su vientre. Y el azul de mi sangre deriva de una chispa de Cielo que fue a dar al Mar que una gaviota bebió y me engendró.

Yo dejaría mi vida en el mar, si. Pero todavía la Tierra me ata y el Cielo me evade. Me llama el misterio insondable, la profundidad de la sospecha eterna, elemento extraño que sugiere otros respiros y andares, pero ese será el penúltimo paso; practicar la apnea profunda, dar un vistazo a aquellos parajes, copias fieles del Paraíso, cual postales sumergidas en la imperturbable tranquilidad de los tiempos que es en realidad uno solo, a la larga y a la final. A la final la inmersión inminente, el desafío aceptado, la humilde rendición, igual para pobres y ricos, sabios e ignorantes, la justicia posible, el hecho previsto como concepto primero sin intromisiones de valor, la acción tacita, la ley impostergable. A la final, el Mar… La Mar…y ya veremos si existe el Cielo.

Esmeralda. El corazón de las aguas es verde esmeralda.

¿Mis manos? Son capaces de tejer tantos sueños como sea necesario, como Penélope, veinte años o más hasta que la certeza de Ulyses se presente y me reconozca. Cada noche tejo un sueño que el día se encarga de deshacer, pero mis manos siguen, no se, como atadas a un fino hilo que levanta mi espíritu y me hace recordar sus ojos. Todas las noches tejo un sueño, abro un camino y me pincho la línea del corazón para dejarle mi rastro exacto.

Tengo una voz interna que aparece cuando la bulliciosa realidad pierde fuerza ante una indómita imaginación; es lava que arde por dentro y me hace hablarte en lenguas.

Suya,

Verónica del Mar