100 gatos y un ratón - Vittorio Fiorucci

Esquivos momentos alargan espacios en alquiler, proponen sitios a catar. Hay una convocatoria obligada a junta de condominio para tratar asuntos de remodelación inminente. Se ofrecen promesas; misas y rosarios, ante el delicado asunto. Mediación diplomática de alto rango; magos, brujas, ángeles, políticos, celebridades, santos difuntos y alguno que otro en vida o en vías, retrasado en los anaqueles de alguna conspiración. - ¿será que existen muchos casos de posible santidad?- para tanta demora en esta época epis-global. Pedimos entonces que se precipiten milagros, y café, por supuesto Juan Luis; maná súper vitamínico para hombres de esta Era. A Dios rogando y con el mazo dando… parece no haber dejado ganas para la contemplación… el silencio es un vacío intrigante, las pausas quedaron atascadas en otro siglo, los mapas señalan destinos extranjeros donde se pierde la naturaleza, los laberintos internos son callados con sesiones costosas donde lo individual sucumbe a la sociedad y la autenticidad va directo a psiquiatría intensiva. El afecto se suple con carros último modelo, tecnología de punta y comida chatarra, la autoestima con cirugía, botox y silicón… (el chocolate no se los aconsejo, se va directo a la panza) y la competencia salvaje nos remonta a la época de las cavernas. Las quejas engordan actitudes que violan derechos humanos. La amnistía debe ser nacional. Lo concéntrico se dejó para el ego; ves globos en todos lados, peces, bombas, dirigibles, aerostáticos… ¡Autopistas, al cielo!. La época "Todo Portátil", listo para llevar y sin manual incluido me deja una resaca de ron con sangría barata rematada con cocuy. Este granito de arena se pierde ante la vasta playa, con la esperanza de cuando ceniza cantar así como Alejandro Fernández… lo intenté todo…