Adentro

El abrazo se quedó pegado a mí cuando la plancha de tu cuerpo dibujó la silueta de un amor aquella noche de martes que me encontraste en un colchón inflable a la deriva en el mar sediento que llevaba mi nombre. Te calcaste en mi piel entrando por cada poro en espiral, y bailando al exaltado ritmo de mis dramáticas venas. Mis arterias no lo podían creer, ¡las células, esas bichas con sabor amargo y olor a viejo, tenían ahora pintadas caritas felices y vestían bikinis de encaje rojo prostíbulo!. Cada una de las dos mil noches en que tocaste tres veces a la puerta dejabas una semilla en mi vientre que regabas con miel la próxima vez, hasta que mi cabello empezó a florecer, para cuando no pudieras venir, vinieran los azulejos. A veces, cuando me pincho un dedo te duele la pierna derecha y ahora mi rostro siempre es el eco de la sonrisa que regalas por ahí.

Imagen: Surrealist Flower - Dali